Amadeo Carrizo, en el área el “Tarzán” de los tres palos


El 6 de mayo de 1945, cuidando el arco riverplatense, ante un Independiente arrollador como siempre, luchando contra la ansiedad de la primera vez, contra las malas jugadas del delantero Pairoux y contra los balones en la red a causa de estrategias antideportivas. Amadeo conocería la victoria por primera vez.
Tarzán, como le apodaban en aquellos tiempos de fútbol arcaico pero no menos apasionante que en nuestras épocas; era imbatible bajo los tres palos. Su habilidad para analizar a los contendientes, a aquellos devoradores de redes, que con sus botines mágicos podían crear en los disparos los más complejos efectos, lo llevo a ganarse su fama.

Saltar a recibir, a desviar, a puñetear, a controlar todo tipo de intervención contraatacante dejaba perplejos a los espectadores, sus increíbles saltos demostraban la impetuosidad y el mando que sólo él demostraba causando esa impresión de imponencia en su área, su trono y su territorio.

El uso de guantes de forma auxiliar, caracterizó a Amadeo Carrizo, el lanzarse a los pies de sus contendores le permitía hacerse dueño del esférico con más facilidad. Él, en momentos en que el arquero sólo hacía parte en las jugadas de ataque del equipo contrario, afianzo la figura de un guardameta que empezaba a hacer parte de las jugadas de contraataque de su equipo, también innovó con los saques de meta, para que los delanteros aprovecharan las salidas rápidas y de esta forma anotaran.

De la misma forma, salir de su área, demostró lo que un portero podía hacer. Iniciador de las tácticas de su equipo, ser uno más dentro del área y esquema del juego y estar en constante movimiento, fueron habilidades que lo empezaron a caracterizar, a inmortalizar.

River Plate, institución que lo tuvo y para la cuál estuvo ininterrumpidamente por más de 25 años, lo vio crecer como jugador, de forma similar la selección argentina también lo integraría en su plantel para la Copa de Naciones.

Pero la carrera de amadeo no quedaría allí, al igual que su compatriota Alfredo di Stéfano, viajaría a Colombia a hacer parte de un equipo que estaba pasando por uno de sus mejores momentos: El Club los Millonarios tendría en su plantilla a uno de los mejores arqueros en la historia del fútbol, donde duraría dos años para luego retirarse y vivir afincado en la ciudad de Buenos Aires en dónde siempre es saludado por sus vecinos por su otro apodo, El Maestro.


Por Miguel Beltrán
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