¿Arquero viejo = Arquero malo?

Por; Andrés Restrepo Méndez
andrespepo@gmail.com


Colombia es cuna de grandes jugadores de fútbol, unos con más brillo que otros, pero al fin y al cabo grandes seres humanos y dignos representantes del balompié mundial. Valderrama, Asprilla y Rincón, entre otros, son nombres que siempre estarán presentes en la memoria de quienes aman este deporte.

Pero hay algo especial con los futbolistas colombianos al llegar a tierras argentinas, su carisma, su talento, su acento traducido en fútbol arte, hacen que ellos, los héroes del país cafetero, se metan en la vida del hincha argentino tal como lo hicieron los tres de Boca, de ese equipo que ganó todo con Carlos Bianchi como entrenador.

Tres jugadores que se convirtieron en la columna vertebral del equipo de la rivera. En el arco, Oscar Córdoba, de mariscal, en el centro de la defensa, estaba Jorge Bermúdez y recuperando en el medio de la cancha Mauricio Serna, el “Chicho”. Personajes que son recordados por los argentinos, sobretodo los hinchas de Boca, al encontrarse con un colombiano en alguna calle porteña o en algún taxi o café de la ciudad.

Sin embargo, estos tres héroes del balón ya están veteranos, bastante grandes para dedicarse al fútbol profesional. “El patrón” fue el primero en abandonar el fútbol como jugador para dedicarse a la dirección técnica, recientemente en el Deportivo Pasto de Colombia. “El Chicho” aquel petizo que repartía fútbol y una que otra pierna fuerte a destiempo, se retiró hace poco y se dedicó al mercado de jugadores colombianos promoviéndolos al exterior. Y Oscar Córdoba, tal vez el más sobrio de los tres que ganaron todo con Bianchi, sigue aún en carrera atajando en el arco de Millonarios de Bogotá.

Oscar, un símbolo de la selección de su país y del equipo azul y oro, no se resiste a la tentación de seguir con los guantes y los botines puestos, de vestirse de cortos y de comandar a su equipo desde debajo de los tres palos. Sin embargo, ese amor por el balón, ese afán de ser el mejor y que lo llevó a la gloria no son los mismos de hoy en día, pues los años no vienen en vano, los reflejos no son los mismos y por más experiencia que se tenga, el cuerpo hace de las suyas al momento de exigirse.

El que fuera el arquero de su Selección por muchos años, saliera campeón invicto de la Copa América en el 2001, y ondeara la bandera tricolor en tierras japonesas con el Xeneize, viste ahora los colores embajadores, esos mismos que vistieron grandes como Di Stefano, Rossi, Pedernera y Amadeo Carrizo. El equipo albi azul de Bogotá, que a principios de este torneo no tenía la necesidad de reforzar el arco, se dio el lujo de contratar por una temporada a uno de los mejores arqueros de Sudamérica. Sin embargo, un arquero que más que aportar experiencia y conocimiento a los que van detrás de él, es poco lo que puede hacer. Su cuerpo ya no es el mismo, sus reflejos tampoco, su agilidad no es igual a la de años atrás estando en Argentina y Europa. Es un grande que se resigna a retirarse, un gigante debajo de los tres palos que aun está vigente pero en decadencia.

Un Oscar Córdoba que como persona y como jugador fue y sigue siendo intachable, un verdadero guerrero que se reusa al retiro, amado por los hinchas de los equipos donde atajó y odiado por los que no pudieron gritar el gol, un cancerbero que guarda la portería como su vida misma, un ejemplo más que demuestra que el amor por el fútbol no tiene limite de edad.