El "Cholo" dejó su huella.


Por: Federico Arboleda Londoño
fedeguia@hotmail.com

Al final pudieron más los malos resultados del segundo semestre de 2008 que el título obtenido en el Torneo Clausura de ese mismo año; tras una cantidad de esfuerzos considerables, todos infructuosos, Diego Pablo Simeone tomó una decisión sensata. Entre muchos otros apelativos que se podrían utilizar para esta, dio fin a su ciclo como Director Técnico de River Plate y reconfirmó la lamentable situación institucional que vive el club de Núñez.

Los intentos de la dirigencia fueron inservibles, las peticiones para que ‘El Cholo’ se quedara y renovara su contrato hasta finales de 2009 no surtieron ningún efecto, las constantes declaraciones de los jugadores haciéndose cargo, como lo hacen cada vez que hay crisis, eran cada vez menos creíbles y a medida que los partidos transcurrían la imagen de Simeone en el banco de River era cada vez más borrosa, más lejana, como si con cada cotejo su imagen empeorara más.

Hasta que llegó el día del ‘adiós’, el día en que las ganas y el apoyo no fueron suficientes para seguir luchando contra algo que probablemente ni el más fervoroso hincha de Boca soñó, pues ‘El Cholo’, quien fuese un jugador de tanta trayectoria y que después se convirtió en un técnico revelación al llevar a Estudiantes a conseguir su cuarta estrella, dejó su lugar en el ‘Millonario’ con un balance de segundo semestre totalmente negativo ya que fueron doce los partidos de torneo local que dirigió sin conseguir la victoria y no habiendo podido superar los cuartos de final de la Copa Suramericana pese a contar con Sebastián Abreu, reintegrado al plantel tras la partida de Ariel Ortega y quien había sido pedido explícitamente por el mismo entrenador pese a contar con la presencia del paraguayo Santiago Salcedo, una de las costosas inversiones de River para este torneo.

Así pues, Simeone decidió marcharse, las dudas quedaron expuestas y los cuestionamientos a la dirigencia se hicieron más fuertes. No es el primero que aparenta ser el salvador y que sale de esta manera, otra carta que quema River, más humo para vender, continúa la lista de gastos en jugadores que no aportan y el grito de ‘Ortega, Ortega’ aún retumba en los pasillos del Monumental pese a que el jugador y líder perjudicó más veces al plantel de lo que lo ayudó.

Esta parece ser una historia de nunca acabar para el ‘Millo’, el club que sin darse cuenta llegó a ser lo que es hoy, –aún reconociendo que es uno de los más grandes de Argentina- una institución que se sabe no ha tomado las decisiones adecuadas, que con jugadores, entrenadores, ídolos y demás esconde lo que tal vez sea el verdadero problema, figurando cada verano o cada invierno en las luchas por la contratación de uno u otro jugador y que aún así no logra salir de una crisis que ya es tangible y se hace más difícil de esconder.

Se fue el ‘Cholo’ y con él se va otra ilusión para la hinchada riverplatense que, sin embargo, recuerda la huella que este dejó estampada de maneras muy particulares como con las derrotas ante Chivas y San Lorenzo, donde un gol de dichos equipos los dejó como jugando contra un kínder. Con la celebración del campeonato obtenido tras cuatro años sin títulos, donde salió a festejar mientras se agarraba ‘los huevos’ como diciendo que eso era lo que tenía el equipo; con su brazo enyesado producto de la desesperación en el camerino local y hasta con la petición de contratar a Santiago Salcedo a quien nunca le dio su entera confianza pese a que fue uno de los primeros refuerzos que solicitó y por quien se pagó una alta suma de dinero, pero que después de dos o tres partidos ya empezó a ser reemplazado por un pequeño desconocido de nombre Mauro Díaz.

De todo River depende revertir esta historia, de la dirigencia teniendo comportamientos más serios, más comprometidos; de los jugadores quienes siempre defienden a los técnicos y se echan las culpas sabiendo que están protegidos; de los hinchas que deben seguir acompañando al equipo demostrando el verdadero amor que siempre alegan a jugadores y directivos y del club en sí mismo que no puede seguir perdiendo grandeza.