EL partido más corto de la historia.


Por: Andrés Restrepo
andrespepo@gmail.com
En el fútbol hay millones de historias, me atrevería a decir que hay una por cada jugador que existió, existe y existirá. También por esos que nunca llegamos a primera, o por esos que lo hicieron y lo ganaron todo. Igualmente los hinchas aportan historias, anécdotas y vivencias que hacen del fútbol el deporte más lindo del mundo.

Una de esas historias tuvo lugar en la ciudad argentina de Rosario, a unos 600 kilómetros de la capital del país. Y aunque no es un relato que sea digno de enorgullecerse, sí es uno que se pasa de generación en generación y que llena de mística la historia de una hinchada o de un club.

Cuenta la gente que corría el año de 1946, y que San Lorenzo de Almagro era el líder del torneo con 37 unidades. El candidato a campeón tenía que enfrentarse a Newell´s Old Boys en el Estadio del Parque Independencia para alejarse de Boca que estaba a un punto y de River que los seguía de cerca. Mientras que los locales, lejos de la punta, solo jugaban por los puntos.

Rápidamente el conjunto azulgrana se fue arriba en el marcador y luego de pocos minutos aumentó a dos tantos la ventaja sobre el roji-negro. Sin reacción, y con un apabullante conjunto Sanlorencista que se las traía, el malestar en los hinchas leprosos se hizo notar y empezaron a caer todo tipo de proyectiles e insultos sobre el césped del estadio.

Ya en la segunda mitad del juego, “los leprosos” sacaron su casta y lograron empatar. El aliento de la gente estuvo presente, como siempre, y los jugadores del equipo rosarino superaron por momentos a los de Buenos Aires. Tanto así que finalizando el cotejo el juez del compromiso, un tal Cossio, anuló un gol legítimo para el local, provocando una algarabía inmensa en las tribunas. La tensión que se vivía en las tribunas tuvio su punto de máxima tensión. Lamentablemente para infortunio del arbitro, los azulgranas contraatacaron en esa misma jugada del tanto anulado y marcaron el tercero, después de una jugada fortuita que pareció autogol.

La hinchada de la “lepra”, que antes del entretiempo, insultaba y lanzaba piedras a los jugadores visitantes, cambiaron de enemigo y se encarnizaron con el juez, pues lo culpaban de la derrota y de “favorecer groseramente” al equipo azulgrana. El malestar llegó a tal punto que los seguidores de Newell’s invadieron el terreno de juego para ir en busca del referee, pero este se percató y suspendió el partido a 70 segundos del final.

Como lagartija, logró escapar de la furia de los hinchas y del estadio con dirección al Parque Independencia para esconderse y escapar, como si se tratase de una presa que está a punto de ser cazada por su depredador. Salió del escenario pero contó con la mala suerte de encontrarse de frente con una multitud enardecida, furiosa y con sed de venganza por lo ocurrido minutos atrás. Sin escapatoria, el colegiado fue víctima de patadas, puños, empujones, insultos y arrastradas, hasta que uno de los verdugos, propuso ahorcarlo en uno de los árboles del parque con cinturones.

Colgado, golpeado, humillado y ante la vista atónita de miles de aficionados que tenían el objetivo de lincharlo, estaba el juez Cossio, Afortunadamente para él y para el fútbol, unos soldados que por allí pasaban espantaron a la multitud y lograron rescatar al pobre hombre que cometió un error casi fatal.

Así nació la historia del juez sin cabeza que en los callejones de la ciudad de Rosario, suena de vez en cuando, la misma que algunos abuelos hinchas de Newell’s recordarán porque estuvieron allí o porque se las contó algún amigo, vecino o familiar. Uno de los hechos de violencia más antiguo en el fútbol argentino y que manchó de sangre las páginas de gloria del deporte rey en el país del sur.

Los 70 segundos que quedaron de partido, se jugaron un mes después, el 11 de noviembre, en cancha de Ferro y ante una hinchada que brilló por su ausencia. La AFA decidió jugarlo en dos tiempos de 35 segundos, en una cancha neutral y con otro arbitro, el señor Valentín Rey. Quien fue testigo del partido oficial más corto en la historia del fútbol mundial. 70 segundos de puro fútbol, en donde se tardaron más en amarrarse los botines que en terminar el partido, en donde se alcanzó a tocar 6 veces el balón, según lo publico el diario Clarín en la crónica de ese año.

Así pues, que de un partido por el campeonato local argentino a mediados del siglo pasado, un juez casi es ahorcado y linchado en público como si se tratase de una bruja del renacimiento. Al mismo tiempo, se dio un caso particular, único en su especie, la reposición de 70 segundos de un partido y dividirlo en dos tiempos para que no se cansaran los jugadores. Casos únicos de un país que vive y respira fútbol, que en plena dictadura se olvido de los muertos para celebrar el título mundial del 78 y que 8 años después con la Copa del 86, inmortalizó al máximo ídolo de la Argentina, Diego Armando Maradona.