El cáncer del fútbol bogotano


Por: Andrés Camilo Restrepo
andrespepo@gmail.com

Una vez más se repite la historia. Millonarios y Santa Fe, los dos equipos tradicionales de la capital colombiana, buscando la forma de entrar a los octagonales finales del torneo contra viento y marea y con la calculadora en mano.

La pregunta que uno debería hacerse es por qué esperan hasta el final para ponerse las pilas, tratar jugar bien y salir a la cancha con actitud de ganar. Pero la realidad es distinta. Se relajan al principio, se exigen al final, y buscan que de alguna manera el milagro se les haga, dejando atrás la mediocridad con la que jugaron el resto del semestre.

Así es la actitud de los jugadores que van a jugar a Bogotá, de aquel que tiene todo a su alcance, menos buen fútbol. Una ciudad que acoge a los mejores jugadores del país, por lo menos a los que así cobran y se jactan de afirmarlo.

Una ciudad que hace más de 20 años no ve campeón a los azules y casi 40 a los rojos. Una ciudad en crisis de jugadores ¿o de dirigentes? Pero al fin y al cabo crisis. De futbolistas bogotanos cuyo biotipo es muy diferente al que viene del campo, de la costa o de aquellos pueblos donde la única salida de la pobreza es romperse en cada partido para sobresalir.

Adicionalmente, los dirigentes del fútbol bogotano, tanto de clubes privados como de entidades de la ciudad como el IDRD, se encargan de que los deportistas ajenos a la capital crezcan y aprovechen los beneficios que encuentran en Bogotá, pero a la hora de la verdad dejan relegados a los “cachacos” que prefieren ganarse la vida de otra cosa.

Por: Andrés Camilo Restrepo
andrespepo@gmail.com

Ese es el problema real del fútbol bogotano y que se ve reflejado en los equipos grandes de la capital. Un rejuntado de jugadores ajenos al club, que no sienten la camiseta y que mucho menos sienten aprecio por la ciudad que los adoptó. Igualmente con los técnicos, preparadores físicos y demás miembros del cuerpo técnico. Personas que solo ven en Millos y Santa Fe, una oportunidad laboral de ganar bien y adjuntarlo a la hoja de vida sin hacer mucho y sin ganar nada.

Ese cáncer se está comiendo al fútbol bogotano, a la capital del país y asimismo a su hinchada y quedarse sin fútbol que guste es una verdadera pena. Dónde quedaron las gambetas de Pandolfi que llenaban el Campín de camisetas cardenales, o los goles de Monzón que deleitaban en el estadio de la 57 a los hinchas azules… Están bien guardados en la memoria de los más antiguos y en los libros de historia que cada año se empolva más.